13 de mayo de 2010

Panolis!

He extraído este magnífico texto escrito por Jose A. Pérez, cuyo blog se titula Mi mesa Cojea
http://www.mimesacojea.com.
Después de leerlo podeis reflexionar, analizaros e incluso daros todos los golpes de cabeza que querais.



Dios en la muñeca




Un día, siendo yo guionista de El Hormiguero, Pablo Motos entró en la redacción con la pulserita mágica del equilibrio. Desde entonces no he dejado de encontrarme con la estafa en cuestión. La he visto en muñecas de deportistas y de trabajadores de la televisión. Se la he visto a camareros, a cómicos, a periodistas y a amas de casa, pero la culminación del esperpento llegó cuando la descubrí en la muñeca del lehendakari bloguero Patxi López.



Todo esto me ha llevado a preguntarme: ¿hace falta tener conocimientos científicos para ver la estafa que representa semejante producto? ¿Es necesario haber acudido a la universidad, hace falta escuchar las conferencias del TED o leer a Stephen Jay Gould para saber que se trata de un engañabobos revestido de lenguaje pseudocientífico? Y la respuesta es un no tan obvio que duele. Lo único necesario es un mínimo sentido común.



Durante las últimas semanas he preguntado a los portapulseritas de mi entorno el motivo para lucir semejante timo. La respuesta ha coincidido en la mayoría de los casos: "bueno, nunca se sabe, a lo mejor funciona". Y cada vez que oigo eso me imagino a un enfermo terminal que acepta, desesperado, el último tratamiento experimental. ¿Qué tengo que perder? Después de todo, ya estoy muerto. Se trata, por tanto, de un acto de fe; la misma sensación imprecisa que a otros les lleva a aceptar la vida como un valle de lágrimas diseñado por no se sabe qué poder supremo.



Las pulseritas mágicas son un detector de encefalogramas planos terminales, la demostración de que, en el siglo XXI, cualquier cosa envuelta en plástico puede adquirir el estatus de Nuevo Jesucristo. Esos trozos de goma son la última moda en iconografía idiotizante para la masa sin capacidad crítica. Esas pulseras, igual que los crucifijos, deberían ser prohibidas en los colegios. Y por cierto, lehendakari, también en los parlamentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajaja ya ves panolis!
raro es que no te diera a ti por las pulseras ¬¬