Aveces piensas que estás en uno de tus peores momentos, cuando de repente te das cuenta de que no era tan malo como lo que te está a punto de llegar.
Sólo estaba él, no había otra cosa que pudiera hacerle sombra.
Cuando abría los ojos al despertarme, lo primero que me venía a la mente, era la última imagen que tenía grabada de él, tan cerca y a la vez tan lejos.
Me pasaba las horas del día intentando averiguar la forma de poder conquistarle, de que por fin sus sentimientos y los míos pudieran cruzarse. Pero de nuevo volvía la noche y con ella ese sentimiento de vacío, y de silencio.
No sé ya de que manera decirte que te quiero, sin parecer una perturbada, no sé de que manera retroceder para borrar todo aquello que hice mal, y que te alejó de mi. No sé de que manera acercarme a ti, sin que ello suponga un nuevo enfrentamiento entre mis sentimientos y los tuyos, en el que siempre salgo perdiendo yo.
No sé dónde está mi límite, no lo veo, ni lo pretendo.
Sólo quiero cerrar los ojos y recrearte en mi imaginación. Llegar a casa después de un día duro de trabajo, y verte esperándome en mi portal. Coger mi cara helada con las manos, mirarme y hacer que mi corazón adquiera una velocidad que solo tú consigues accionar. Pedirme que no me vaya, que por fin sus sentimientos querían conocer a los míos.
Sin embargo, la realidad era otra. Decidí abrir mis ojos y me dí cuenta de que a lo que yo aspiro, está demasiado alto para poder ser alcanzado.
Que mis mensajes seguían sin ser contestados. Que mis labios no aguantaban las ganas de volver a probar los suyos.
Pero mis ganas de poder verle en mi portal, seguían vigentes, no sólo cuando cerraba los ojos, también cuando a día de hoy, los abro y veo que no estás.