26 de septiembre de 2012

El guión.








Aún no soy consciente de lo que acaba de ocurrir, no sé que hora será pero no creo que quede mucho para que amanezca. Me giro y ahí está él, dormido, mis ojos se van inmediatamente a su cuerpo,  y a sus músculos, perfectamente definidos. Al tocarle el brazo, noto como en medio de la oscuridad de la habitación abre un ojo. Tiene una mirada arrebatadora, con mi mano acaricio su cara, hace una mueca con la boca y sin quitarme la mirada me sonríe. Vuelve a cerrar los ojos, yo me termino de tumbar en la cama y miro los destellos de luz que atraviesan la ventana de la habitación, y comienza mi miedo, mi miedo a no poder volver a ver esos ojos, ese cuerpo, esa sonrisa dedicada solamente a mi. Miedo a que desaparezca, a ser un recuerdo olvidado, a no ser ni la mitad de lo que él es para mí, miedo a quererle sin quererme, miedo  al dolor.
Sólo cuando me mira, hace que mis miedos absurdos pasen a formar parte de un guión con final feliz, pero cuando nuevamente cierra los ojos, los míos adquieren otra actitud, y mi labio inferior comienza a caerse muy lentamente. Me giro al lado contrario de la cama,encogiendo el cuerpo por completo, llegando a tocar la barbilla con mis rodillas, sintiéndome sola, y vacía.
Su fuerte respiración comienza a ser evidente, así que supongo que ni se dará cuenta de  mis suspiros tan intermitentes. Nunca he entendido este miedo tan intenso que siento cuando conozco a una persona, y tengo ganas de que pase a formar parte de mí. Pero lo siento, y más cuando el guión comienza a adquirir dimensiones que no esperaba.
Decido coger mis cosas e irme de la habitación, me despido de él, diciéndole un te quiero que me sabe a poco. De camino al coche, me doy la vuelta unas ocho veces por si corre tras de mi, pero no; el guión vuelve a desconcertarme. 
Comienzo a darme cuenta de la no existencia de un guión con final feliz, porque no hubo ningún acuerdo entre ambas partes desde un principio, porque el guión solo lleva mi sello, sentimientos que sólo yo experimenté.
Ahora toca borrar lo escrito, lo sentido, lo vivido. 




Shakira No

16 de septiembre de 2012

Bailar con el dolor



Mientras me miro en el retrovisor, puedo ver como mis pestañas, ponen el cartel de cerrado a mis ojos, como mis dientes superiores, muerden a mi labio inferior al ver la hora, y como  mi mano derecha, recoge  mi flequillo con la horquilla que encuentro en el bolsillo de mi pantalón. 
Llevo dos horas conduciendo y la temperatura desde que salí ha bajado considerablemente, lo cierto es que no me encuentro demasiado bien. 
De repente comienza a sonar los primeros acordes de Scar Tissue, de los Red Hot Chilli Peppers. Consigue algo increíble, en pocos segundos me hallo inmersa en medio de otro escenario, mi parabrisas comienza a ofrecerme  una visión muy diferente a la de la anterior, mi brazo izquierdo también queriendo experimentar esa sensación,  sale por la ventanilla para ser testigo de lo que mis ojos están contemplando en esos mismos momentos, haciendo como si dibujara figuras con ayuda del viento. 
Al fondo de esta particular estampa, el sol  intentando despegar sus rayos, detrás de esa gran montaña.
Me aporta tanta tranquilidad esta canción, que ni me doy cuenta de que acabo de llegar a mi destino.


Salgo del coche y lo primero que hago es intentar alcanzar alguna imagen que tenga que ver contigo, sin obtener éxito alguno.
Me dirijo a ti, me miras a los ojos pero tardas menos de dos segundos en desaparecer.
La casa no huele como antes, ya no es la misma. Persianas bajadas, polvo en los muebles, y una sensación de dolor, que hace que no tenga ni ganas de moverme.
Abro mi armario y todo son recuerdos, cosas que sin darme cuenta pasaron y que no volverán a repetirse. Suena el teléfono, es el chico que conocí  la semana pasada, el mismo que dijo que me llamaría nada más llegar a casa. Todos son iguales.
Al ver el móvil me doy cuenta que tengo varios mensajes, entre ellos uno que dice: "¿Nos morimos juntas? "  miro el remitente y me tiro a la cama sin poder pegar ojo.
El hambre me despierta, pero no sé que tiene esta cama que me atrapa. Es la cama de mi madre, me acuerdo que de pequeña me hacía la dormida, y cuando oía el golpe de la puerta al irse a trabajar iba corriendo a su cama para seguir durmiendo. A pesar de los años yo creo que hasta está más cómoda que antes.
 Viendo las fotos que inundan la cómoda de mi madre, comencé a recordar que hace muchos años no me quedaba más remedio que acostumbrarme al dolor, porque cuando uno vuelve a olerlo, habituado a no hacerlo, el dolor puede llegar a ser hasta irrespirable.

Sin embargo, con el tiempo aprendí a no hacerlo, a no dejarme contagiar por ningún virus que quisiera tentarme a hacerlo; aprendí a que Dios, o como quieras llamarlo, aprieta pero no ahoga, aprendí a tragarme las lágrimas y a transformarlas en carcajadas; aprendí a depender de mí y no de los demás; aprendí a seguir y no parar, por muy intenso que fuera el dolor; aprendí a ver las cosas productivas del sufrimiento, a no temerlo; aprendí a soñar despierta; aprendí que el querer no significa sufrir;  pero sobre todo aprendí a bailar con el dolor, sin que me pisara.






6 de septiembre de 2012

PICS